viernes, enero 02, 2015

Rodolfo Hasler: La Habana y otros poemas

LA HABANA

(en la casa de Lezama Lima)

A Reina María Rodríguez

Qué impresionante silencio en la angosta saleta,

en el exacto lugar donde la voz atronadora

reclamaba cada tarde su café, en fina taza china,

colado y servido con amor de madre. Remedio certero

para aplacar el ritmo entrecortado, entre risotada y risotada,

y recomendar a Góngora, leer cada día a los franceses,

los de la rosa. Adorando a Casal, maldiciendo a Virgilio,

logró ensalzar las sombras ante la oscura ventana,

oh los mayas, Ariosto, la impertérrita herencia española.

La ventana ahora clausurada es un tokonoma del vacío.







BERNA

A mi padre

Desde arriba contemplo a la bestia dentuda

y recuerdo que en la infancia jugaba con una réplica

en peluche, mucho menos imponente,

presente en la formación de todo niño alpino.

El foso es la salida del laberinto medieval,

un camino sinuoso de piedra arenisca ocre

en la que han sido labradas las agujas más sorprendentes

y las ventanas de las viviendas.

En una de ellas, mi padre, que ahora es mi hijo,

tocaba la viola con método insistente

mientras yo aprendía el dialecto gótico de mis antepasados.

Los almacenes subterráneos de patatas y manzanas,

los barriles de mosto campesino, las sedes de los gremios

y sus emblemas, la cigüeña azul, el devorador de niños,

la carpa dorada o el ojo de la aguja

acaban en la rueda de la muerte que acucia a los berneses

junto al símbolo del oso, el animal.

Desde la altura de la nieve desciendo a la casa de las bestias,

y apoyado en el borde, me asomo a ver sus fauces.






Página doce: jueves. Talita cumi

Marosa di Giorgio


La gran urraca madre, grazna ahora para ser escuchada,

y pide, me exige que moje su suave hueso en el chocolate.

Qué osada mamá Marosa al hablar así, y yo tratando de hallar

un nombre para sus cosas, cómo decir líquido infecto,

cómo detener a esos gatos perseguidores y lúbricos,

qué decir del costurero, la casa de los abuelos, la madre,

Marosa, ese grito inasible, las lucecillas, el decaimiento,

los caminos son blancos y los perros ladran a los cuatro vientos.

Mi amor, cada golpe de mi amor, un graznido, un ave

devora la libertad muerta en la mano, clavada en la carne

de la niña Ágata, oh desgraciada, oh volver a la oscuridad,

por eso devoras a los perros.



*Hasler Rodolfo  (1958, Santiago de Cuba).  Poeta y traductor. Desde los diez años reside en Barcelona. Estudió Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Publicó: Poemas de arena (1982),Tratado de licantropía (1988), Elleife (1993), De la belleza del puro pensamiento (1997), Poemas de la rue de Zurich (2000), Paisaje, tiempo azul (2001), Cabeza de ébano (2007), Antología poética 2005) y Antología de Tenerife (2007). Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (2002).
Ha traducido la poesía completa de Novalis (DVD Ediciones, Barcelona, 2001), los minirelatos de Kafka (Editorial Thule, Barcelona, 2006) y Los instantes silenciosos de la poeta francesa Cécile Oumhani. Perteneció al equipo de redacción de las revistas Hora de Poesía y Poesía 080, ambas de Barcelona.
Es miembro de la junta directiva de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña.


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